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CARTA DE ESCARRAMÁN A LA MÉNDEZ.
JÁCARA . Francisco de Quevedo 

 

Ya está guardado en la trena 
Tu querido Escarramán, 
Que unos alfileres vivos 
Me prendieron sin pensar.

 

Andaba a caza de gangas, 
Y grillos vine a cazar, 
Que en mí cantan como en haza 
Las noches de por San Juan.

 

Entrándome en la bayuca, 
Llegándome a remojar 
Cierta pendencia mosquito, 
Que se ahogó en vino y pan,

 

Al trago sesenta y nueve, 
Que apenas dije «Allá va», 
Me trajeron en volandas 
Por medio de la Ciudad.

 

Como al ánima del sastre 
Suelen los diablos llevar, 
Iba en poder de corchetes 
Tu desdichado jayán.

 

Al momento me embolsaron 
Para más seguridad 
En el calabozo fuerte 
Donde los Godos están.

 

Hallé dentro a Cardeñoso, 
Hombre de buena verdad, 
Manco de tocar las cuerdas 
Donde no quiso cantar.

 

Remolón fue hecho cuenta 
De la sarta de la Mar, 
Porque desabrigó a cuatro 
De noche en el Arenal.

 

Su amiga la Coscolina 
Se acogió con Cañamar, 
Aquel que sin ser San Pedro, 
Tiene llave universal.

 

Lobrezno está en la Capilla. 
Dicen que le colgarán, 
Sin ser día de su Santo, 
Que es muy bellaca señal.

 

Sobre el pagar la patente 
Nos venimos a encontrar 
Yo y Perotudo el de Burgos: 
Acabóse la amistad.

 

Hizo en mi cabeza tantos 
Un jarro que fue orinal, 
Y yo con medio cuchillo 
Le trinché medio quijar.

 

Supiéronlo los señores 
Que se lo dijo el Guardián, 
Gran saludador de culpas, 
Un fuelle de Satanás.

 

Y otra mañana a las once, 
Víspera de San Millán, 
Con chilladores delante 
Y envaramiento detrás,

 

A espaldas vueltas me dieron 
El usado centenar, 
Que sobre los recibidos 
Son ochocientos y más.

 

Fui de buen aire a caballo, 
La espalda de par en par, 
Cara como del que prueba 
Cosa que le sabe mal;

 

Inclinada la cabeza 
A Monseñor Cardenal; 
Que el rebenque sin ser Papa, 
Cría por su potestad.

 

A puras pencas se han vuelto 
Cardo mis espaldas ya, 
Por eso me hago de pencas 
En el decir y el obrar.

 

Agridulce fue la mano, 
Hubo azote garrafal, 
El asno era una tortuga, 
No se podia menear.

 

Sólo lo que tenía bueno 
Ser mayor que un Dromedal, 
Pues me vieron en Sevilla 
Los moros de Mostagán.

 

No hubo en todos los ciento 
Azote que echar a mal; 
Pero a traición me los dieron: 
No ne pueden agraviar.

 

Porque el pregón se entendiera 
Con voz de más claridad, 
Trajeron por pregonero 
Las Sirenas de la Mar.

 

Envíanme por diez años 
¡Sabe Dios quién los verá! 
A que, dándola de palos, 
Agravie toda la Mar.

 

Para batidor del agua 
Dicen que me llevarán, 
Y a ser de tanta sardina 
Sacudidor y batán.

 

Si tienes honra, la Méndez, 
Si me tienes voluntad, 
Forzosa ocasión es ésta 
En que lo puedes mostrar.

 

Contribúyeme con algo, 
Pues es mi necesidad 
Tal, que tomo del verdugo 
Los jubones que me da;

 

Que tiempo vendrá, la Méndez, 
Que alegre te alabarás 
Que a Escarramán por tu causa 
Le añudaron el tragar.

 

A la Pava del cercado, 
A la Chirinos, Guzmán, 
A la Zolla y a la Rocha, 
A la Luisa y la Cerdán,

 

A Mama, y a Taita el viejo, 
Que en la guarda vuestra están, 
Y a toda la gurullada 
Mis encomiendas darás.

 

Fecha en Sevilla, a los ciento 
De este mes que corre ya, 
El menor de tus Rufianes 
Y el mayor de los de acá.

Don Quijote liberando a los galeotes 

Inscripciones y dibujos  de  presos del siglo XVII  conservados  en la trena de Broto (Huesca).

Dibujo del siglo XVII de un burdel,  el auténtico centro de operaciones de los jácaros.

Música antigua 

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